Cada día, toneladas de alimentos cercanos a su fecha de vencimiento o simplemente clasificados como “excedentes” terminan siendo descartados como residuos. No porque sean inseguros o no comestibles, sino porque los sistemas de distribución alimentaria no están diseñados para valorar lo que no se vende rápidamente.
Por suerte, un movimiento creciente de emprendedores está demostrando que hay riqueza oculta en los residuos, y no solo riqueza económica, sino también ambiental, social y sistémica: razones importantes para apostar por la economía circular.
Estos emprendedores no trabajan solos. A través del programa Reshaping Food Systems in Latin America, liderado por Village Capital en colaboración con Posner Foundation, ocho startups de la región están recibiendo apoyo personalizado para reducir el desperdicio de alimentos y fortalecer la seguridad alimentaria. El programa se enfoca en soluciones de desperdicio cero, lo que significa que las startups participantes cuentan con modelos escalables que empoderan a los consumidores, mejoran la eficiencia de los centros de distribución y minimizan las pérdidas en la cadena de producción y abastecimiento.
El respaldo a la innovación local está transformando el funcionamiento de los sistemas alimentarios y promoviendo modelos circulares. Así es como lo están logrando:
Restin: Dar una segunda oportunidad a las proteínas a punto de vencer
En Brasil, el nutricionista y fundador Luciano Almeida vivió el problema de cerca. Años de experiencia en nutrición lo enfrentaron al desperdicio masivo de alimentos en los sistemas industriales, y esa frustración personal se convirtió en determinación. Inspirado por iniciativas sociales que abordaban el problema de frente, fundó Restin, una empresa de economía circular que redirige proteínas animales cercanas a su vencimiento hacia pequeños restaurantes.
Este enfoque específico no fue inmediato, se consolidó unos años después del lanzamiento. Almeida explica: “Durante un programa de aceleración, tuvimos que hacer un cambio para lograr encajar con el mercado. A través de investigaciones y análisis, identificamos una gran oportunidad en las proteínas de corta vida útil, y esa fue la clave para la nueva dirección de Restin”.
No fue simplemente una estrategia de eficiencia, sino el reconocimiento de que categorías como la carne y los lácteos tienen un enorme potencial si se gestionan con logística adecuada y relaciones de confianza.
La confianza lo es todo en la economía circular
Almeida no está dispuesto a poner en riesgo la reputación de Restin. Sus productos provienen directamente de la industria alimentaria y pasan por controles de calidad estrictos. En el centro de distribución de Restin, el equipo aplica el protocolo FEFO (First Expired, First Out), que garantiza frescura y claridad sobre la vida útil del producto para cada cliente. “En los pocos casos en que un producto presenta alguna anomalía, el problema se resuelve de inmediato para proteger la experiencia del cliente y mantener la confianza”.
Esa confianza ya está generando impacto. Flávio, dueño de la empresa Sabor Gelado, dice que trabajar con Restin transformó su operación. Alofrecer comidas a su personal, la compra de proteínas era un gasto importante y la variedad era limitada. “Ahora, gracias al ahorro con Restin, no solo gastamos menos, también ofrecemos un menú más variado”. En un contexto donde la inflación alimentaria afecta tanto a empresas como a trabajadores, este tipo de acceso marca la diferencia.
Aún así, escalar no es sencillo. El tamaño de Brasil presenta retos logísticos: grandes distancias implican mayores costos y tiempos. Pero el desafío más grande está dentro del propio sector alimentario. “Aún existe un estigma muy fuerte en torno a la reventa de productos de corta vida útil”, señala Almeida. “Construir relaciones a largo plazo y generar confianza con los socios del sector ha sido clave para romper esa barrera cultural”.
Está claro que Restin no es solo una empresa logística: es un actor que impulsa un cambio material y de mentalidad sobre cómo se gestiona el desperdicio de proteínas en Brasil. “Queremos ser la primera opción de compra de proteína para nuestros clientes, poniendo en evidencia que los productos antes descartados tienen un lugar legítimo en su decisión de compra”. Es una visión ambiciosa, basada en la idea de que los modelos circulares pueden generar ahorro, sostenibilidad y dignidad: para los proveedores, los restaurantes y el planeta. Con pensamiento circular, Restin está redefiniendo el valor de las proteínas.
SaveAdd: Creando valor desde el excedente
Una lógica similar impulsa a SaveAdd, otra startup brasileña que aborda el excedente desde otra perspectiva. Su plataforma ofrece a los proveedores datos y opciones. A diferencia de los modelos tradicionales de donación, este enfoque circular garantiza trazabilidad total, múltiples destinos posibles y métricas en tiempo real. Esto permite que los proveedores vean el impacto y el valor económico de sus decisiones. “Utilizamos algoritmos que priorizan el mejor uso según el contexto, ya sea social o comercial, tomando en cuenta la perecibilidad, ubicación y momento”, explica el Cofundador, Salvador Iglesias.
Iglesias se enfoca en el final de la cadena de suministro, donde supermercados, distribuidores y cooperativas suelen descartar grandes volúmenes por errores de previsión o fechas cortas. “Más del 50% del inventario desperdiciado aún tiene valor recuperable”, indica. “Con mejores decisiones y acciones tempranas, se pueden evitar tanto pérdidas económicas como físicas”.
SaveAdd combina planificación con IA y seguridad mediante blockchain para transformar la forma en que las empresas manejan su inventario a punto de vencer. La plataforma analiza productos próximos a caducar y genera planes de acción personalizados –ya sea vender, donar o reubicar– según la perecibilidad, la ubicación y los perfiles de compradores. También permite trazabilidad y gestión de riesgos entre industrias, distribuidores y minoristas, garantizando seguimiento confiable desde el almacén hasta el destino final.
Rentabilidad e impacto social no se contradicen
SaveAdd utiliza contratos inteligentes vía blockchain para automatizar transacciones según condiciones predefinidas, fomentando confianza y eficiencia incluso entre actores que no se conocen. Este enfoque que une rentabilidad con impacto social —donde el excedente se monetiza o se dona de forma segura— muestra cómo se pueden alinear los objetivos comerciales y éticos.
Ese doble valor –económico y ético– atraviesa toda su operación. En un piloto en São Paulo con solo dos puntos de inventario, SaveAdd evitó más de 42 toneladas de desperdicio alimentario en tres meses. Los datos hablan por sí solos, pero también son resultado de años de trabajo ecosistémico. Hubs de innovación, aceleradoras y alianzas público-privadas ayudaron a desarrollar la tecnología; organizaciones sociales y empresas logísticas la llevaron a la acción.
Como dice Iglesias: “Nuestros algoritmos combinan tecnología y empatía para facilitar decisiones, demostrando que hacer el bien también puede ser un buen negocio”. Esta afirmación revela que el desperdicio cero puede ser trazable y rentable.
EatCloud: Distribuir con IA para evitar el desperdicio
Si Restin y SaveAdd ponen el foco en la empatía y la logística, EatCloud, con sede en Colombia, añade un tercer ingrediente: la inteligencia artificial. Fundada por Jorge Atuesta, EatCloud utiliza IA para conectar excedentes alimentarios con bancos de alimentos y organizaciones sociales en cuestión de horas. Gracias a la automatización y trazabilidad, esta plataforma rescata alimentos de supermercados, restaurantes, hoteles y productores agrícolas, analizando datos en tiempo real y garantizando su entrega en menos de seis horas (a veces incluso en menos de dos).
“Atendemos donaciones en un promedio de cinco a seis horas, y en algunos casos, en menos de dos”, comenta Atuesta. Esa velocidad es clave para productos perecederos y marca una gran diferencia en la reducción de desperdicio y el impacto social.
Conectar necesidad y excedente es circularidad
Con operaciones en más de 1,750 ubicaciones en Colombia (y expansión en Brasil, España, Centroamérica y México), EatCloud ha redistribuido el equivalente a 96 millones de comidas, ahorrado más de 40 millones de dólares a la industria y evitado la emisión de más de 100,000 toneladas de CO₂.
Al integrar blockchain, la plataforma asegura trazabilidad y automatiza el trayecto desde el donante hasta el receptor. También proporciona a las empresas datos valiosos sobre métricas ESG, beneficios fiscales y huella de carbono. EatCloud ha sido reconocida por Google, Microsoft, el BID y ONU-Hábitat, y ahora busca replicar su modelo en al menos diez países más, demostrando que la tecnología puede convertir el ahorro en una herramienta poderosa contra el hambre y el desperdicio.
La IA de EatCloud va más allá del simple emparejamiento rápido. Toma en cuenta la urgencia, necesidad y geografía para asegurar que los alimentos lleguen al lugar correcto, en el momento correcto, y no terminen como residuos otra vez. “Una de las principales barreras para las organizaciones sociales es la falta de herramientas tecnológicas que les permitan responder rápido”, afirma Atuesta. “EatCloud automatiza esa conexión para que puedan concentrarse en su misión”.
Lo poderoso es cuán inclusivo es el sistema. Comercios con alta tecnología pueden integrarse vía API con plataformas como SAP, mientras que organizaciones más pequeñas pueden simplemente subir archivos Excel. “Sabemos que la simplicidad es clave”, dice Atuesta. “Creamos una solución intuitiva que se adapta al nivel tecnológico de cada actor, desde grandes cadenas hasta ONGs”. Este equipo –y todas las personas fundadoras– están construyendo puentes escalables y seguros entre excedente y necesidad.
El problema no es el residuo; es la desconexión
Lo que une a estas tres startups es su capacidad de ver lo que otros no ven: no solo el desperdicio, sino los sistemas y suposiciones que lo permiten. No están esperando reformas desde arriba ni cambios estructurales a gran escala. Están construyendo modelos circulares y anti-desperdicio que ya funcionan, que escalan y que operan en condiciones imperfectas. Para ellos, el desperdicio no es una falla de oferta, sino una falla de conexión.
Estas startups, junto con otras cinco, participaron en el programa Reshaping Food Systems de Village Capital en Latinoamérica, donde accedieron a una red amplia de conexiones, sesiones en vivo con actores de la industria y presentarán sus avances ante potenciales socios e inversionistas en una cumbre presencial en Ciudad de México a finales de 2025. Todo esto está diseñado para ayudarles a alcanzar su próximo hito: ya sea lanzar un producto, cerrar una alianza estratégica o expandirse a nuevos mercados. Es un enfoque práctico para generar un cambio sistémico, basado en la convicción de que la innovación local, con el apoyo adecuado, puede tener impacto global.
A través de logística, inteligencia artificial e intuición humana, las startups del programa están forjando nuevas conexiones entre excedente y necesidad, entre lo descartado y un nuevo propósito. Están demostrando que el desperdicio alimentario es un fallo del sistema que sí se puede resolver.